El nombre de un coche ha de ser fácil de recordar, que suene bien, que se pueda pronunciar en el máximo de idiomas posible y que encaje con la marca y las características del coche en cuestión.

Los responsables de poner nombre al vehículo deben evitar connotaciones negativas u objeciones legales, además de preocuparse de que “suene bien”.

Las diferentes marcas varían en los criterios para nombrar a sus modelos ya sean simplemente numéricos o alfanuméricos. BMW, Mercedes o Audi siguen el criterio numérico por el cual el nombre del modelo hace referencia al tamaño de su carrocería y/o motor (Audi A3,A4,A6...; BMW 118,320,530; Mercedes A180, C180, S500…)

En el caso de querer llamar a un coche con un nombre sin utilizar números nos encontramos con multitud de criterios. Por ejemplo, asociar el tipo de coche (todoterreno) con un espíritu aventurero y llamarlo “Land Rover Freelander” o “Jeep Gran Cherokee”; con exotismo y llamarlo “VW Touareg”, con diversión: “Fiesta”, con deportes de lujo: “Polo”,”Golf”; incluso hay casos como el de Lamborghini que hacen homenaje a famosos toros de lidia con nombre como Diablo o Murciélago.

El Yaris es una mezcla del término alemán ‘ja’ y la diosa griega Charis, más sofisticado aún es el Twingo cuyo nombre es fusión de los bailes Twist y Tango. Otras marcas optan por inventarse palabras como por ejemplo Toyota hizo con el Aygo, que fonéticamente es la conjunción de las palabras inglesas “I” “go. Y como ejemplo distinto estaría el QASHQAI cuyo origen es desconocido y el nombre es difícil de recordar a la hora de escribirlo pero ha sido un éxito rotundo en ventas, lo que plantea si el nombre de un coche influye o no en su éxito comercial.

Hubo casos en los que se cruzo la línea y

se crearon nombres que fueron un desastre, y es que lo que en un país puede sonar de maravilla, en otros puede significar algo grosero. La comunidad hispana en EE.UU se escandalizaba cuando veía pasar un Mazda Laputa. Otro ejemplo fue el del Lamborghini Reventón, que por querer hacer alusión a un famoso toro de lidia, hacía temer a sus propietarios de la integridad de sus neumáticos.

Ha llegado incluso hasta el terreno político, ya que cuando Seat decidió ponerle a un modelo el nombre de Arosa, nacionalistas gallegos reclamaban que se llamara Arousa (topónimo en gallego).

En la actualidad, y con toda la repercusión que tiene el tema de la contaminación y las emisiones para el medio ambiente, las marcas están poniendo apellido  a sus modelos y motores con términos como “Pure Drive”, “Econetic”, “Ecoflex”, “Ecomotive”…

Creándose continuamente nuevos modelos de coches solo queda desear mucho ánimo y suerte a los responsables de “naming” de las compañías.